Ricardo Fort visitó Antes que sea tarde


Ricardo Fort llegó a Antes que sea tarde (América, a las 20.30) vestido de su personaje: limousine, tapado de piel, copa de champagne en mano, guardaespaldas y mujeres voluptuosas a su lado. Lo esperaba el Pelado López, que le propuso una charla abierta entre “dos hombres mayores de 40”. Y le salió bien.





“Está bueno conocer a la persona detrás del personaje que soy, eso depende del periodista que me entreviste”, lo desafió Fort, y pasaron al living mientras la pantalla ofrecía un resumen de su corta, pero intensa vida mediática. Al verse, el conductor confesó: “Hay cosas que no me gusta sobre cómo reaccionaba y otras que me divierten. Hoy, si me preguntás cuánto cuesta cada cosa, no te lo voy a contestar porque no tiene sentido. Pero mi vida siempre fue así, no hay cree un personaje”.
¿Y si te quedás sin dinero?, apuró el Pelado. “No lo pienso, decreto que eso nunca va a pasar. Yo me tiraba a nadar en una pileta de muñequitos de chocolate Jack. Era comilón de chiquito, me comía una caja de marroc”, bromeó Fort dando el pie para hablar de su sexualidad. “Desde que tengo uso de razón es así. Desde que me hice ‘la manuela’ por primera vez, pensaba en las dos cosas. En el colegio siempre estaba con las chicas y los chicos me decían ‘topu’ porque no jugaba al fútbol. Mi debut fue a los 17 años con una chica, Adriana Camejo, una actriz uruguaya que vivía en Buenos Aires y estábamos todo el día encerrados como conejos”, confesó. ¿Y los hombres? “Fue un año después, acá en Buenos Aires”.
Luego fue tiempo de repasar su conocida historia familiar. “Me fui a Miami porque me llevaba muy mal con mi viejo, no quería trabajar en la fábrica y me encontré sin el amor de mi madre, ni el de mi padre. Solo. La plata no hace la felicidad, y la pobreza tampoco. El dinero genera muchísimos problemas”, se sinceró y dejó el final de la charla para hablar de su corazón.
“No salgo mucho últimamente, estoy viejo y ya no me divierte estar tomando y al otro día no hacer nada. Por suerte, tampoco estoy enamorado. Sería como una maldición, me pierdo totalmente y salgo de foco, no puedo pensar. No me arrepiento de nada de lo que hice. Odio estar solo, pero es cierto que muchas veces he estado en mi casa con un montón de gente y me encerré en el baño a llorar por tanta responsabilidad. Me quiebro cuando estoy solo”.

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