"CADA SHOW ERA UNA INYECCION DE VIDA"

Teté Coustarot charló con Olga Garaventa para el Semanario Democracia. La esposa del“Gitano” aseguró que “arriba del escenario no existía el dolor y todo parecía estar bien para él”. Entre otras cuestiones se refirió a la forma de ser de su marido con ella en la intimidad.


Las Galerías Pacífico fueron elegidas para una exposición extraordinaria que se lleva a cabo en memoria de un hombre maravilloso, una persona que marcó una huella en el mundo de la música y en toda la gente, sobre todo en las mujeres que lo seguían a donde fuera: el gran y maravilloso Sandro.
Teté Coustarot cuenta que por su amistad con él, es la madrina de “Yo, Sandro, un mundo de sensaciones”, que recorre en imágenes y objetos la vida de este grande de nuestra escena nacional. En una entrevista a solas con “Democracia” , la esposa del “Gitano”, Olga Garaventa, aseguró que“arriba del escenario no existía el dolor y todo parecía estar bien para él”. Entre otras cuestiones Olga habló acerca de la forma de ser de su marido a solas con ella, el trato que Sandro tenía con sus nenas y lo que tenía que vivir cada vez que subía a un escenario.
–Olga, me imagino que debes tener mucha emoción por la inauguración de la exposición de la vida de tu Sandro en Galerías Pacífico...
–Mirá, la exposición está a punto de estallar y realmente estoy con muchas emociones encontradas. Hay mucha expectativa por esta muestra y lo vivo como una espectadora más. Estoy contenta porque la gente que concurra va a tener la posibilidad de ver todas esas cosas tan lindas que tenía guardadas en casa. Es una forma de que la gente pueda reencontrarse con Sandro y de revivir esos momentos tan lindos que les hizo pasar.
–Cuando empezaste a buscar, ¿encontraste cosas que nunca habías visto y que no conocías de él?
–En realidad sí, porque él era muy celoso de sus cosas, las tenía guardadas. Cuando empecé a investigar, me llenaba de emoción constantemente. Todos los días me encontraba con una emoción nueva por encontrar algo que sólo había visto de jovencita o en una película; así que todos los días era como una nueva expectativa. Y la verdad estuve hasta hoy como esos chicos que están esperando con ansias que comenzara la exposición.
–¿Recordás la primera vez que escuchaste hablar de Sandro?
–La primera vez que lo vi yo tenía 12 años y el 22, así que ya era un artista conocido, y lo conocí gracias a mi mamá. Ella era de esas mujeres que cuando salía Sandro por tele se le paralizaba el mundo. Dejaba de hacer lo que estaba haciendo para sentarse delante de la pantalla y ver a su ídolo. Yo siempre le decía: “Mamá, si suena el timbre y no es Sandro tengo que decir que no estás, ¿no?”, y ella siempre me contestaba: “Este muchacho va a triunfar, tiene mucho talento. Tiene algo en la cintura al hacer ese movimiento que no sé qué es, tiene algo especial”. En esa época me gustaba mucho cómo cantaba, pero no profundizaba más allá, era muy chica para eso. Por eso cuando se enteró de que yo empecé a estar con Roberto fue una situación muy graciosa y a la vez muy emocionante. Cuando lo vio le dijo: “¿Vos eras ese muchacho que se desgonzaba en la tele cuando era joven?”, y él entre risas le respondió: “Sí, señora, era yo”. Luego de eso ya lo empezó a retar por el cigarrillo y los vicios que tenía Roberto (risas). Recuerdo que la primera vez que fuimos a mi casa, mi mamá me miraba a mí y lo miraba a él constantemente porque no lo podía creer. Roberto tenía un amor especial por mi mamá y eso me emo- cionaba y lo valoraba mucho.
–Sandro tenía mucha picardía y siempre andaba de muy buen humor...
–Es verdad. Por más que hubiera un problema o él estuviera mal de salud, siempre ponía un matiz de humor y alegría. Siempre pienso que él se propuso tener esa pizca de humor en sus últimos trayectos de vida. Y era un hombre muy gracioso por las cosas que hacía y decía constantemente.
–Bueno, las cosas que él hacía en el escenario cuando retaba a las mujeres y cuando hablaba eran geniales.
–Era muy gracioso Roberto, y fue así en todos los aspectos de su vida. Siempre te hacía sentir bien con vos misma y eso era muy importante para mí.
–Sandro tenía como una especie de sentido protector; ¿vos también lo sentías así?
–Era como que las “nenas” eran sus hijas. Nadie se las podía tocar, porque sabía cómo manejarlas y no permitía que nadie se las tocara. Siem- pre decía “este es mi trabajo y no quiero que nadie se meta”. Creo también que ellas intuían ese amor que había entre el ídolo, el hombre, y ellas.
–Me encantaba cuando era su cumpleaños y salía al balcón para retribuirles el cariño a sus fans.
–Era un muy lindo el gesto que tenía Roberto para con ellas. Siempre decía “se viene la batalla del 19”. Yo le respondía: “Pero si es una batalla, no salgas entonces”, a lo que él siempre acotaba: “No, pero pobres las chicas, mirá cómo están esperando; tengo que salir”.
–Nosotros sólo conocemos a Sandro por sus canciones y películas, pero en la convivencia, ¿era un hombre romántico?
–Siempre tenía pequeños detalles y me preparaba pequeñas sorpresas que realmente me conquistaban todos los días. Era maravilloso. Y cuando hacía algo que no correspondía, me escribía un verso o una carta y con eso ya me compraba. Tenía el poder de seducción incorporado. Con una sonrisa, una mirada o una levantada de ceja, una ya no tenía nada que decir y te hacía olvidar por qué estabas enojada con él. Siempre hacía lo que él quería, siempre y cuando no hubiera sido muy grave su falta.
–Siempre me fascinó y respeté mucho la forma en la que Sandro preparaba sus shows, cómo pensaba y organizaba todo.
–Era único. Tenía una forma de trabajar muy especial. Con sólo pararse en el escenario y decir buenas noches, ya todos se ponían de pie para aplaudir, era increíble lo que hacía en sus shows. Muchas veces no estaba en condiciones de cantar, y yo siempre le decía: “Roberto, no es necesario que cantes, subí al escenario, sentate y contá anécdotas, que para mí y para tus fans va a ser lo mismo”. El éxito era él, y se fue con él.
–Así son los artistas, pueden tener la enfermedad más cruel pero en un escenario reviven. ¿Pasaba lo mismo con Sandro?
–Para Roberto cada show era una inyección de vida. Arriba del escenario no existía el dolor y todo parecía estar bien. Usaba un tanque de oxígeno y no te dabas cuenta porque cantaba perfecto y parecía que no padecía ningún tipo de enfermedad, y esas eran pequeñas cosas que a él lo dejaban vivir. Sin embargo había que cuidarlo mucho, porque arriba de un escenario era muy terco, no lo podías sacar de ahí. Estaba muy delicado y había que tirar desinfectante constantemente para que ningún germen lo perjudicase. Siempre lo llamaba y le decía que se bajara por lo menos 15 minutos para tomar un té, y él no quería ni hacer eso, pero así era feliz y lo fue hasta su último día de vida.
–¿Los médicos qué pensaban sobre todo esto?
–Los médicos de Roberto estaban aterrados. Me decían: “Olga, le dije que no podía trabajar”, pero era imposible hacerlo bajar, hasta que un día dije: “Doctor, le ruego que se ponga en el lugar de Roberto y piense lo que él está viviendo en cada show”. Pero estaban aterrados de que saliera de la casa.

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